El resplandor. El resplandor con el que se lucha en vano, pues se golpea en la nada. Las brasas de la noche, de lo sagrado, grabadas en el pecho, que no terminan, no se callan.
El atardecer no es más que una grosera nota que se prolonga
como una seda gris
debajo rechina el último verde
la mirada sube hacia su bóveda
dan ganas de llorar
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