lunes, 22 de agosto de 2011

El Silencio

El Silencio

Entre más traiciono al silencio, más atracción siento hacia él. Es lo primero cuando me despierto, es la flor desconocida que busco. Desde aquí lo persigo, lo sigo con los ojos, lo huelo. El silencio es la cosa grande que se precipita sin romper las ventanas, sin abrir las puertas, sin levantar el polvo. El silencio nos hace oriundos del silencio, nos hace errantes cuando atiza sus antorchas en nuestro aire, nos hace espectrales con su brocha blanca y los signos de pájaro que nos dibuja, nos hace guerreros o nos hace victimas con su brocha negra y los signos de serpiente que nos inyecta.
Hay quienes no aman al silencio, es la última cosa que quieren escuchar, es el bosque que quieren incendiar. Lo desnudan con sus reflectores, lo intoxican con sus bombas de aluminio, lo fulminan como a un insecto, lo rellenan como a una grieta, le cuelgan cuadros, le ponen foquitos, lo exorcizan.
Hay quienes no respetan al silencio, han ido llenando su corazón de humo, han tecleado grapas en su cráneo, le han embutido una armónica en el hocico, han minado su cuerpo PUN! PUN! PUN! (ENTER) HKLF2 (ENTER) han atestado de gas mostaza… te amo (ENTER) censurado
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censurado

(ENTER) yo también (ENTER) la noche entre sus lindes, lo han desterrado hasta donde no se alcanzan a ver maquinas, no imprentas, donde no penetran los robots que van zumbando en la estratósfera; en ese horizonte los antiquísimos huesos del silencio son la terrible pirámide, son la Esfinge.
La gente le teme al silencio. Todavía amanece por ahí flotando en los ojos de una rata muerta, todavía aparece navegando en su muñeca de plástico quemada, sin descubrir su rostro. Todavía se cuelga en las ventanas esperando desgarrar los límites del que no lo espera.