viernes, 1 de noviembre de 2013

Estética Unisex

Me gusta esa sensación,  aunque, tristemente, no puedo saber si es algo que en realidad he sentido, o es la imagen de una sensación, como una fotografía de una cámara apenas ardiendo o una radiografía de la corrosión lenta del silencio.
De cualquier modo en ambos casos estoy jodido, pues no sé qué es peor. Me gusta esa sensación.

Veo esos letreros de estética, mas no podría decir que los recuerdo, pues si dijera los recuerdo, entonces sí podría decir por qué:
están en todas las calles de Ecatepec,
pintados sobre láminas blancas,
pintados junto a cabezas que voltean,
con sus esquinas frías y duras,
pintados a mano,
pintados con el frío de octubre,
pintados cuando Ecatepec seguía
nutriendo sus raíces en un submundo
de color asfalto, choques y golpizas.

En esa tierra se formaron en mi cerebro los materiales
de los sueños que me han acompañado desde entonces,
y seguirán bifurcándose en grietas hasta mi  tumba.

En este caso lo que recuerdo es otra cosa, algo impregnado, casi irradiando de esos sonrientes
letreros de Estética Unisex
-sé que me quedaba incluso indagando la palabra Unisex por mucho tiempo, entre los árboles que botaban sus raíces fuera del pavimento y las grietas que llevaban a todas las calles y todas las puertas - y de sus dibujos de siluetas pálidas con formas nerviosas en sus cabellos; pero lo que veo, lo que no podría decir que recuerdo, son esos cuadros, esas malditas dimensiones rectangulares, deseando prolongarse a nuestro mundo en forma de ventanas y letreros, fragmentos de imágenes, montones de esquirlas; la sensación de algo roto. La sensación de algo roto, que no se sabe si ha expandido sus tentáculos por toda la tierra inversa de Ecatepec o es la sensación de algo siendo tragado en esos queridos letreros, las grietas que llevan a todas las calles y a todas las puertas.